viernes, 27 de julio de 2007

Caminar caminando

La noche no es noche si una no puede caminarla. Caminar por donde siempre, por las calles de siempre, bajo los árboles de siempre y la luna de siempre, aunque no sea siempre la misma. Pero aunque una este estática, sigue habiendo noches.
Y cuando no duermo ni camino, recuerdo la frescas noches en el sur, después del bar.
Caminar lo más cerca posible del lago, caminar y hablar. Y hablar llorando. La locura de Inés y la mía propia, tan distintas, tan erráticas, tan amantes. Tan de amores que no están y que no estaban. Hablar hasta llegar a ver al sol frente al ventanal. Y recién ahí dormir... pero ya era otra cosa.
Y la noches cálidas con Augusto.
De un sonido a otro, caminando. Buscando los tambores, nordestinos o cariocas, siempre en trance. Sobre la playa siempre y con saudades. Por quién si estuviera... difrutaría más que yo. O disfrutaría conmigo. Caminar hasta el sol también, pero sin ventanas.
Y las noches insomes en La Plata.
El mismo bar, cuando era chiquito y se escuchaba jazz. Volver caminando, porque sí. Porque para hablar sobran taxistas y micreros. Porque las distancias se acortan y los adoquines encantan. Y cantan. Llegar con frío y buscar esa canción hasta encontrarla. Acostarse tras salir el sol. Verlo salir. Dejar la viola cuando está clareando, pausar la música, bostezar. Cerrar los ojitos, chiquitos a esas alturas, y dormir el sueño manso de quién ha renovado la esperanza. Porque ya sabemos que el sol salió. Y cuando aparece el sol hay que dejarlo pasar.. y abri(L)r, otra vez, para que no tengamos soledad

No hay comentarios: