jueves, 27 de septiembre de 2007

Julieta retomó el pincel.
Debía buscar una forma
tenía que haberla.
Porque es así y siempre lo fue:
las profecías se dan

y ya era tiempo.

Alguien debía dejar rastros
de aquella soledad hecha ser,
hecha despojos
del sonido engañoso en la ventana
del despertar tan, tan tarde

pero al fin hacerlo.

Algún registro debería quedar
del que podamos agarrarnos
para sostener lo insostenible:
la existencia de ese otro
que confronta contempla completa

ese otro que nos vuelve cielo.

Sólo para eso habría tenido sentido
el llegar hasta aquí, gestando
y rodando el infatigable rodar
que le permitió escapar del final deseado
del final soñado

del final

deseado.

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