lunes, 26 de marzo de 2007

Una cosa más...

Cuando hay más de una persona, la misma cosa puede ser vista de, al menos, dos maneras distintas. Eso es sabido. Pero hay una condición previa que siempre es real. Existe "la cosa". Su descripción, las palabras que se usen para nombrarla, los efectos que tenga sobre una u otra persona hacen posible que tome infinitas formas. Pero la cosa, está ahí. Es. O al menos siempre creí eso.
Aunque en un marco un poco ambiguo, hubo momentos en que no importaba mucho que era. Cosa era la palabra elegida en muchas ocasiones. “Cosa” decía yo cuando lo que sentía era incuantificable e inadjetivable, “cosa” decía él cuando corría riesgos de volverse un poco cursi, un poco adolescente, un poco vulnerable.
Otras veces si importaba. Cuando él hablaba de "las cosas que vos hacés" yo, ingenuamente, me preguntaba que habría hecho. Estaba claro que su manera de describir lo que yo había hecho no cuadraba con mi propia descripción de nada que yo hubiera hecho, pero aún así, algo había hecho. No había duda razonable. Sólo que no lo veíamos igual, al punto de que nuestras descripciones nos llevaran a no saber de que hablaba el otro. De todas formas se trataba de un problema resoluble. Encontrar descripciones comunes, ni de él, ni mías. De ambos. O al menos siempre pensé eso.
La última cosa que supe de él fue que perdió algo. Nunca supe que. Alcanzó a decirme que yo tuve algo que ver con eso, pero no pudo decirme que era. O yo no entendí. Parece que esta vez la cosa para él era un objeto. A lo mejor ya lo encontró, aunque no lo creo.
La cosa esta vez se lo llevó. Se lo tragó. Era cierto que había un agujero negro en mi habitación, pero por ahí no se iban las cosas. Se fue él. Con todas sus cosas, con las que tiene y quiere, con las que niega tener, con las que niega querer. Todas las cosas que pasaron durante ese final resultaron transformadoras. Como en todo final, quizás. Pero las transformaciones abruptas son cosa seria. O al menos eso me parece, ahora, cuando las cosas están más tranquilas y finalmente, pasan por otro lado.

22 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Que cosa, no?! Te animaste a escribir lo que hace rato tenias ganas de escribir. Viste que la vida no es complicada, jajaja hasta el Flaco y el de Radiohead se dieron cuenta hace rato (tambien hace rato que se fumaron todo pero eso es otra cosa). Espero que te sirva para decir TODO lo que tenes ganas de decir (no importa si el supuesto destinatario acusa recibo)...
Solo tengo algo mas que decirte hoy: te quiero piba!

Espirtual Fighter dijo...

La cosa que se transforma y manipula sentimientos: meta-morfosis. Las cosas que hablamos, las que vivimos, las que nos adueñamos y perdemos. El objeto ya se vuelve sujeto, sujeto a el yo.

tambien lorena dijo...

La cosa, data/J, es que no he logrado que escuches al Flaco (y... hablando del tema, ya contaré lo del marroc!)
La cosa, don, es que aún no estoy lista (pero ya te diste cuenta).

Anónimo dijo...

Hay un destinatario. Pero tambien hay una persona cuyos ojos no deberian ver. Vamos, esta claro: las dos personas son una y la misma.

En un mundo Kafkiano, un Guardian se encargaria de evitar que el sujeto leyera, no sin antes advertirle que el texto es para el.

En un mundo Doliniano, el guardian seria un tanto chapucero y el sujeto leeria. Leeria, tal vez sin saber que era el destinatario, y al hacerlo acarrearia consecuencias terribles, o maravillosas.

En este mundo, como es?

tambien lorena dijo...

Qué tanto puede saber de su mundo alguien que vive inserto en él?

Cómo no ceder a la tentación de creer que una misma es el sujeto ("una mujer dueña de su tinta y dueña de su papel")?

Si de reconocer se trata, está bien, puedo hacerlo. Quizás las dos personas sean una y sean la misma. Y quizás, también, esa persona no sea yo.

Si así fuera, preferiría un mundo kafkiano. Si un guardián trasladara las incertezas hacia ese otro, probablemente se diluyan un poco dentro de una misma. Pero no me engaño, lo atractivo de es idea es, en parte, que ese otro también padezca incertezas y temores y hasta pesares. Y esa sensación de satisfacción culposa frente a la probable insatisfacción del otro -de la que nunca tendríamos noticias por cierto-, me trae desde Praga en un plumazo y caigo, sin paracaídas, en ese pedazo de Flores que ¿todos? llevamos puesto.

Convengamos que el universo Doliniano tiene lo suyo. Por empezar, las penas siempre son de uno. Y el guardián, por chapucero o por tener un entuerto con los arregla-corazones del barrio, no sólo le daría a leer nuestras cosas a ese otro sin avisarle sino que, sin duda, nos avisaría que ese otro las leyó y no fue capaz de comprender nada... pero nada de nada.
Y peor aún. Siempre nos queda la esperanza de que las consecuencias sean maravillosas. Aunque sepamos que es sólo esperanza.

Anónimo dijo...

Por eso entonces es que ese otro no puede leer? Porque no entenderia? Y eso seria lo terrible?

Pero podria ser al reves. Que entendiera perfectamente, y que eso fuera precisamente lo terrible.

He alli entonces el secreto del Guardian Kafkiano: su misericordia.

tambien lorena dijo...

Terriblemente díficil resulta mostrarse desnuda y con las manos vacías. Más terrible el saber que puede ser maravilloso. Pero aún más terrible el depender de otro para que el bondi vaya al cielo o al abismo.
De ahí también que uno si pudiera escoger, elija el egoísmo: no pensar en el/los otros, aunque no te lleve al cielo.
El mismo egoísmo que hace que uno elija al guardían kafkiano (de última si el otro no leyó....).


Ah!, pero no puedo evitar sentarme en los asientos de dos en los bondis. No hay caso, La Plata es casi Flores.

Anónimo dijo...

Pero TL, el bondi esta lleno de asientos! Realmente depende solo de vos, de tu compañero de asiento, que no se vaya todo a los caños? Y si lo pueden arreglar dos, por que no uno solo?

Pero entiendo: no queres Guardian. Y esta bien.

Y sí, mostrarse desnudo es dificil. Por eso solemos hacerlo detras de un vidrio esmerilado, de un blog.

Pero bueno,reconozco que tal vez estoy haciendo trampa. Esta bien: no soy un samurai. Soy Brancaleone.

Aquí dejo mi espada y mi escudo. Mi lanza. Mi armadura.

Y basta, que desnudarse en blogs ajenos es de mala educación.

tambien lorena dijo...

El asunto es, caballero ya sin armadura (aunque no creo que sin escudo), que acepto un guardián. Es más, me encantaría que anduviera por ahí.
Pero temo que no sea kafkiano y, la verdad, me vendría bien un poco de misericordia... un guardian chapucero haría estragos conmigo!...

Por otro lado, Ud. sabe que creo firmemente que dos pueden mucho más que uno (tanto como cientos pueden más que un par de docenas y así...). Aún cuando se trata de uno mismo, es deseable que haya un colectivo ¿qué hay de malo en compartir el asiento?.

Y nada de bastas, plis.

Anónimo dijo...

Bueno, sin bastas entonces.

Lastima que no me creas. Mira: mi cota de malla tambien.

Por otro lado: misericordia quisieramos todos. Pero no todos aceptamos el paternalismo del Guardian. Seguro que no le harias trampa? No se volvera chapucero porque necesita de nuestra colaboracion?

Por ultimo: compartir asiento esta muy bien. Solo que el rumbo no se puede negociar. Que despues terminemos en la zanja es otra historia. Pero de la responsabilidad de poner el dedo en el mapa, no nos exime nadie. Ni siquiera el Guardian que luego nos quitara el mapa.

tambien lorena dijo...

En un ataque de honestidad debo confesar que sí, definitivamente, haría trampa. Pero no se si me animo...

Si finalmente hiciera trampa (y aceptara haberla hecho, que no es igual pero es lo mismo) no tendría a quién echarle la culpa ni de lo escabroso del camino ni de lo profundo de la zanja. Y eso es demasiado!. Ya es suficientemente duro saber que el camino y la zanja van por cuenta propia... esto del libre albedrío tiene ese tipo de desventajas.

Así que aceptemos (aunque haya que esforzarse bastante) que no hubo trampas y que el único guardián disponible es chapucero. Quién sabe, a lo mejor lo único que queda es tomar aire y agarrar el mapa con fuerza, por las dudas. Y una vez que lo tengamos seguro entre las manos (si eso pasa alguna vez), abrirlo y leer con cuidado, a ver si el mismo miedo que nos hace creer que no hacemos trampa nos impide leer con claridad o inventa artilugios de manera que nos desviemos del camino solitos, sin necesidad del guardian.

Anónimo dijo...

El mapa no tiene ningun secreto. Por eso poner el dedo tiene su responsabilidad. El Guardian te lo quita porque es muy celoso, pero no muy inteligente.

Por otro lado, la trampa es tal solo desde el punto de vista del Guardian. Por encima del Guardian esta el Otro. Y tal vez el Otro puso alli al Guardian solo para ver si nos animamos a hacer trampa.

tambien lorena dijo...

Vaya! La imagen que originalmente tenía respecto al guardián ha ido cambiando...
Si el Otro lo puso en el lugar que ocupa... ¿será que no es chapucero por propia decisión? ¿será que no puede elegir en que punto de su mapa poner el dedo?. Casi que me inspira misericordia.
Es difícil hacerse cargo de las elcciones, pero más difícil debe ser no poder tomarlas.

Ya era complicado pensar en hacerle trampa al guardián. Ahora, si pienso en que probablemente se trate de hacerle trampa al Otro y que, encima, eso sea justamente lo que el Otro espera... la cosa se complica.

A lo mejor el secreto es ser Guardián.

Anónimo dijo...

No, la cosa ya era complicada.

De todos modos, si harias trampa, es mejor hacerla ya.

Es inutil intentar evitar el salto al vacio cuando el vacio lo llevamos adentro.

Manda el mail y listo.

tambien lorena dijo...

Elotro@gmail.com?. Temo que no es una dirección válida.
Si los sujetos (gramaticalmente hablando) fueran reales cuando son tangibles, tendría que decir que El Otro no lo es.
Pero estaría mintiendo.
Pese a su intangibilidad el Otro está ahí. Para que una pueda ampliar el rango de metáforas, poner pronombres en los poemas y practicar el romanticismo (pese a estar fuera de época y muy lejos en calidad y compromiso).
Si, el Otro existe. Es "la exaltación de uno mismo en otra piel", como dijo alguien. Quién puede abrir las puertas a esas regiones (de la piel para adentro) que son demasiado pesadas para abrilas una. El que puede descubrir lo mejor ahí dentro sin sorprenderse, porque sabía que estaba.
Existe. Pero no se lo puede contactar por mail. Mejor. Porque en el fondo yo vengo siendo "la chica" y no da para andar rompiendo convenciones.

Anónimo dijo...

No, al Otro no. El Otro no necesita que le avises (esta ahi).

Me referia al destinatario.

Ese seguro que tiene mail.

tambien lorena dijo...

El Otro está ahí?

De Él se trató, siempre. Bueno, tuve alguna confusión (pasajera) con el Guardián... pero supongo que era parte de su tarea.

También, he de reconocer, alguna vez el Otro tuvo una dirección de mail válida. O al menos eso supuse. O supongo. O no sé. Ya no importa.

Si hay un destinatario tengo que poder creer que es El Otro. Si no es así, no tiene gracia. En ese punto, no me resigno a resignarme. Evalúo y espero. Será o no. Pero lo que sea, será sin artificios.

Anónimo dijo...

Asi no vale.

Las cosmologias hay que respetarlas. Por lo menos dentro de la misma conversacion. Aunque las cosmologias sean de carton. Y aunque la conversacion dure semanas

A ver: habia un Destinatario. Habia un Excluido. Eran el mismo. Por eso habia un Guardian. El Guardian estaba por encima del Destinatario. Y el Otro por encima del Guardian. Asi que el Otro no es el Destinatario.

A lo largo de una conversacion se puede cambiar de idea, eso si. Pero de cosmologia, no.

tambien lorena dijo...

Así no vale. Es cierto.

Pero convengamos que las cosmologías son difíciles siempre, aunque sean de cartón. Una noche a una le dicen "ves, ahí está Orión" y una cree que si, que ahí está. Pero a la siguiente noche clara sólo alcanza a ver a las Tres Marías. Y eso que estoy pensando en la cosmología como el escenario, sin necesidad de meterse en las leyes que lo/me/nos rigen.

El destinatario no tiene mail.

El Otro no lo necesita.

Ninguno de los dos es más que una imagen, un reflejo en el mejor de los casos.

Hay que reconocer que es fácil confundirse...

Anónimo dijo...

Y bueno, hasta acá llegamos entonces. La quemaste. Lástima. Pero reconozco que quemar cosmologías está dentro de las reglas. Y esta, de cartón como era, fijate como quedó.

Yo también he quemado cosmologías. Y he cometido el error de querer calentarme las manos.

Qué tonto: nada más frío que las llamas de una cosmología que arde.

tambien lorena dijo...

Mal de muchos. Difícil encontrar dónde calentarse las manos.

Aún cuando uno contribuya a generar el fuego. Aún cuando para hacerlo resigne su propia cosmología (cómo si fuera fácil construír una!).

Anónimo dijo...

No, nunca quemé cosmologías por el fuego. Justamente porque no son fáciles de conseguir, las cosmologías. Pero bueno, cuando hay que quemarlas, hay que quemarlas.

Y sí, encendí el fuego con manos frías, y seguí con las manos frías...