miércoles, 25 de abril de 2007

Mano alzada

Son sólo los zapatos, no es la cama.
Al menos de eso creo estar segura;
cuando el tiempo pasa
y nada pasa
que permita poner fin a esta locura.
A este no tener palabras para narralo.
A este no narrarlo, por no tener palabras.

Tierra de nuevo,
tierra al fin,
tierra no santa.
Tierra que no impide desprender del suelo.
De ese suelo que lleva, irreprochablemente,
y adolescente casi, casi siempre al cielo.

Todo es ficción.
Ficciones,
y atropellos
a una fría realidad de encrucijadas,
cuándo todo pasa y sólo esto, permanece aquí.
Esas miradas.
Sus miradas azules al espejo,
tu mirada gentil hecha mañanas.

Cómo se puede eludir tanta tristeza?
tanta crueldad hecha lluvia sobre chapas?
tanta insensatez,
tanto suicidio,
tanto dolor hecho carne arrebatada?
No lo sé, y no entiendo esta dulzura
este no saber, no saber nada
más que, en verdad, son sólo los zapatos
más que este no querer escapar de tus llamadas.

Es inútil sentirse tan inútil,
tan inútil como la esperanza
en que todo va a estar bien, tarde o temprano,
en que toda noche termina en madrugadas
insolentes e insomes,
pendencieras,
con placeres de tabaco y caña amarga.

Madrugadas de pueblo despertando
para abrir las fábricas cerradas,
las persianas vencidas por el tiempo,
por la inmediatez,
por la ignorancia.
Madrugadas con tu cuerpo al descubierto.
Madrugadas libres y tempranas,
que obligan al sol a levantarse
desplazando frustraciones y resacas.

Parece que el suburbio en estas noches
se incorpora de a poco en las palabras
y ya no es sólo paredes,
o la luna
en alguna alcantarilla desangrada.
Ya no es triste la lluvia,
y el silencio
no golpea la puerta con nostalgias.

Ya sabemos: la sed es verdadera.
Y no hay final feliz si no hay batallas,
sin cuchillo entre los dientes,
sin derrotas,
sin sentir que las fuerzas se agigantan
con cada sonrisa, cada beso,
con el sentirme a salvo de los miedos
con mis manos en las tuyas, resguardadas.

No me dejes caer, tan sólo eso.

Eso que no es poco a estas alturas
cuando se conjugan finales,
otros tiempos,
silencios mal paridos,
soles de invierno,
emblemáticos colores de esos cielos.
Que no son mi cielo, claramente.
No, él que construí en sueños.
Con mis días y mis noches, suavemente,
con mis pequeños soles hechos fuego,
con mi luna plateada en el espejo.

No me dejes caer, tan sólo eso.

Tan sólo así, ¡tan sólo eso!
.
He de arrastrar mis pesares y algún día,
y de a poco, atreverme a la alegria.
Esa alegría.
Tan buscada, siempre.
Y siempre tan temida.

1 comentario:

Espirtual Fighter dijo...

Algún día llegara la alegría.